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La Ruta del Café: Una Historia de Resiliencia y Aroma que nació del amor por el Café.

En la ciudad de Santiago de Chile, inició un sueño que con el paso de los años se convertiría en una empresa con un propósito, aroma y memoria, para el año 2019 es como se crea La Ruta del Café; José Leonardo Parra Vargas, encontró en el café no solo un producto, sino un puente entre su pasado, sus raíces, su éxito y su futuro, rememorando la historia de su vida,

Un inicio marcado por el desplazamiento

Para el año 2003, José Leonardo Parra Vargas, un Colombiano nacido en el municipio de Santa Cruz de la Colina, ubicado en las montañas del departamento de Santander, con apenas 16 años, la violencia armada que azotaba distintas regiones de Colombia, lo obligó a dejar su tierra natal. Junto con su familia emprendieron un camino lleno de incertidumbre, que los llevó a radicarse en Santiago de Chile. Como muchos otros colombianos, tuvo que empezar desde cero en un país desconocido, adaptarse a nuevas costumbres y reconstruir su vida con esfuerzo.

En Chile, país que le abrió sus puertas, culminó sus estudios, creció y con sus padres quienes fuesen sus mentores en el mundo del café, es para el año 2007, que inician a importar Café de Colombia, lo cual le permite fortalecer sus conocimientos en este producto que conecta al mundo.

El nacimiento de La Ruta del Café

En 2019, con la proyección de vivir una nueva experiencia es como se enruta en un viaje, en su motocicleta emprende un viaje hacía lo que era desconocido para vivir nuevas vivencias, partiendo desde Chile hacía Bolivia en compañía de su buen amigo de ruta Armando Mejía, una persona que con conocimientos en el comercio pero que amando el mundo del café, buscarían la opción de ampliar sus conocimientos en este mundo que les apasionaba.

Este primer viaje le permitió comprender de cerca la cultura cafetera boliviana y contrastarla con la realidad que conocía en Colombia. En Bolivia encontró una caficultura marcada por la artesanía y la resiliencia. Los procesos eran en su mayoría manuales y rudimentarios; algunas máquinas de despulpado estaban construidas en madera y elaboradas artesanalmente, muchas veces por los propios campesinos que sin tecnologías buscaban entregar la mejor experiencia cafetera. Fue la primera vez que vio herramientas hechas a mano con tanta sencillez y esfuerzo. La recolección se realizaba con los recursos que se tenían a la mano, en medio de la escasez. Las comunidades enfrentaban limitaciones financieras, sanitarias y de acceso al conocimiento técnico, tanto en la producción como en la comercialización de su café,  a pesar de estas dificultades.

El realizar este primer viaje, abre su panorama y visión hacía el mundo del café, y es como así, se traza para la Ruta del Café, proyectando una visión de  visitar los 46 países productores de Café, cuyo propósito es conectar a los caficultores, mostrarlos al mundo contando sus historias, apoyándolos con la comercialización de su café a todo el mundo.

 

Café con historia y propósito

Hoy, La Ruta del Café no solo es reconocida en Chile por la calidad en la importación de café de origen Boliviano, Peruano y Brasilero, sino por el relato humano que la sostiene.

Para el año 2024, es cuando decide ampliarse de forma presencial a Colombia, La Ruta del Café se ubica en la vía que comunica al municipio de El Socorro Santander, cuna de la libertad de América, y San Gil capital turística de Santander, allí en un centro logístico que busca vincular a los pequeños caficultores de la Región en pro de continuar con su fortalecimiento económico, apoyándoles a exportar su producto estrella.

Al continuar con su ruta proyectada, que a 2025 ha logrado visitar  los países de Brasil, Perú, Bolivia, Colombia, Panamá,  Nicaragua, El Salvador, Guatemala, Ecuador, Costa Rica, México y Honduras, forjando relaciones directas con las comunidades cafeteras, es a través de esta ruta que se busca contar historias y trabajar hombro a hombro con los productores locales para brindarles apoyo técnico, acceso a mercados, y condiciones de comercio justo, pues detrás de cada taza hay una familia, una comunidad y una tradición que merece ser valorada y protegida.

 

El Café y sus procesos en Latinoamérica

La visita a cada uno de estos países productores de café en tan corto tiempo,  como experiencia enriquecedora le permitió a José Leonardo, adquirir conocimientos valiosos y comparativos sobre los distintos procesos de siembra, cosecha y producción del café, desde la raíz de la planta hasta la taza. Cada país mostró una identidad cafetera particular, moldeada por su geografía, clima, tradiciones y tecnologías.

Este  recorrido geográfico; fue un viaje sensorial, humano y técnico por los distintos modos de vida que giran en torno al cultivo del café. Entre todos los países visitados, Brasil se destaca como el más industrializado y liderando tecnologías de punta en todos sus procesos, mientras que países los demás países productores de café de la región en sur y centro América, mantienen prácticas profundamente tradicionales, sostenidas por la mano de obra campesina.

 

En Brasil, la caficultura ha alcanzado niveles de mecanización notables, la visita a la Hacienda el Dorado ubicada en la región de Mina Gerais, una empresa creada y dirigida por la familia de Jean Vilhena quien continuó con la proyección de industria con la búsqueda de innovación y tecnología en la producción cafetera, que cuenta con grandes extensiones de tierra que  permiten el uso de maquinaria tanto para la siembra como para la cosecha y la comercialización. Este diseño pionero en Brasil, que prioriza el volumen, la eficiencia y la industria, con procesos centralizados, con las tarimas de secado más grandes de Brasil y tecnología que permite la clasificación para la posterior comercialización.

Este enfoque ha llevado a Brasil a consolidarse como el principal productor de café del mundo, con escala, productividad y menor participación de pequeñas fincas familiares o procesos manuales.

En contraste, los países latinoamericanos visitados, Perú, Bolivia, Colombia, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Guatemala y México presentan una caficultura donde la tradición, la comunidad y la identidad cultural son el eje de producción.

Estos países dependen de la mano de obra campesina y, en muchos casos, de familias enteras que participan del proceso, desde la siembra hasta el beneficio. Se produce menos volumen que en Brasil, pero se obtiene un café con mayor identidad de origen, diversidad y prácticas que respetan el entorno natural.

Una de las experiencias más enriquecedoras del recorrido fue en Panamá, al visitar la Hacienda Jansson, fundada por el Sr. Janson un hombre de 85 años, un apasionado del café que ha ido más allá de una visión meramente comercial. Su propósito ha sido tejer vínculos familiares en torno al café, haciendo de la finca un espacio donde el trabajo es también una herencia. Los colaboradores de la hacienda promueve activamente la participación de sus hijos como parte de una práctica consciente de relevo generacional. Jansson representa una caficultura tradicional, exclusiva y de alta calidad, que ofrece a los visitantes una experiencia inmersiva que combina producción y turismo, acercando a los no conocedores al fascinante mundo del café desde su origen.

Otra diferencia fundamental radica en la forma en que se comercializa el café. Brasil, con su modelo industrializado, cuenta con cadenas consolidadas de exportación a gran escala, lo que permite una salida eficiente y masiva del producto. En contraste, Colombia, reconocido internacionalmente por su café suave y aromático, mantiene un sistema altamente regulado y controlado. A través de la Federación Nacional de Cafeteros (FNC), el país ha establecido un proceso riguroso que protege la calidad, el origen y la reputación del café colombiano, pero que no hace amigable el proceso de comercialización del café a nivel internacional, es allí  donde La Ruta del Café, es un puente para facilitar al pequeño caficultor, llegar a mercados internacionales dando a conocer su  historia y su producto, cumpliendo los diversos requisitos técnicos, administrativos y de calidad, que aseguran que cada grano represente fielmente lo mejor del campo nacional. Para La Ruta del Café, este proceso  forma parte integral de su compromiso. El cumplimiento de las regulaciones  en cada país donde opera no solo es una obligación, sino una garantía de autenticidad. Con el propósito  claro de llevar cafés de calidad al mundo, respetando siempre las normas que honran el origen y fortalecen la confianza en el productor.

 

El futuro de La Ruta del Café: Conectar al mundo con los pequeños productores

La Ruta del Café es más que una empresa, es un puente que une historias, culturas y sabores. Nacida de la experiencia personal del desplazamiento y el arraigo, esta iniciativa ha crecido con un propósito claro: dignificar el trabajo del caficultor latinoamericano y acercar su producto al consumidor global, con justicia, calidad y humanidad.

Hoy, tras recorrer unos pocos países productores de café en América Latina y comprender a profundidad las realidades del campo, La Ruta del Café se proyecta hacia el futuro con una misión renovada: ser una plataforma de apoyo real y sostenible para los pequeños caficultores.

Una nueva generación de productores

Uno de los ejemplos más inspiradores de este compromiso es el de Ismael Jiménez, un joven de apenas 19 años que cultiva café en las montañas de El Hato, Santander (Colombia). Su marca, Café Azahares, nace entre neblinas, flores silvestres y suelos ricos en historia y tradición. A su corta edad, Ismael ha decidido apostar por el campo, por su territorio y por un café que lleva el sello de la juventud campesina que no se rinde.

Sin embargo, como muchos pequeños productores, enfrenta desafíos: falta de acceso a mercados, limitada visibilidad de su producto y escasa capacidad para procesar y posicionar su café con identidad propia.

La Ruta del Café se propone caminar junto a productores como Ismael, brindándoles herramientas para fortalecer sus procesos productivos, con acompañamiento técnico y asesoría en calidad; crear marca y narrativa, para que su café no solo sea un producto, sino una historia que emocione y conecte; abrir canales de comercialización internacional, facilitando el acceso a consumidores que valoran el café de origen y con propósito.

La idea es que cafés como Azahares no tengan que depender de intermediarios o vender su grano sin identidad. Queremos que el consumidor  pueda tomarse una taza de Café Azahares y saber que detrás hay un joven colombiano cultivando futuro desde su tierra.

En un mundo que cada vez valora más lo auténtico, lo justo y lo humano, La Ruta del Café apuesta por un modelo en el que el café no solo se comercializa, sino que se honra. Detrás de cada taza hay una historia que merece ser contada, una familia que resiste, una comunidad que sueña y jóvenes, como Ismael, que deciden quedarse en su tierra para sembrar futuro.

La Ruta del Café cree en un café que no solo despierta los sentidos, sino también la conciencia. Por ello, su recorrido apenas comienza. La iniciativa continuará caminando junto a quienes cultivan con el corazón, para que el mundo descubra que el verdadero origen del mejor café… está en las manos de su gente.